En el marco de las XXXVII Jornadas Nacionales de Filosofía del Derecho, la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y la Universidad de San Pablo-T alcanzaron una gran convocatoria de expositores y oyentes en torno a la temática “40 años de la recuperación de la democracia”.
“Estas jornadas tienen principios y valores que conversamos en las reuniones que tuvimos con la Asociación y con la comisión organizadora. Este entusiasta grupo de docentes tiene un mandato desde el momento en que comenzaron a organizarla: desarrollarla bajo los principios de instituciones públicas y privadas inclusivas, diversas, igualitarias y con respeto al pluralismo, al desarrollo de las ideas, al libre debate y al respeto al disenso”, dijo Cristina Grunauer de Falú, decana de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales al inaugurar el encuentro.
Diego Duquelsky Gómez, presidente de la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho (AAFD), afirmó: “La democracia no se restaura sola; se recupera con actitud democrática, participación y lucha. Los 40 años de democracia nos encuentran, como país, en una situación que obliga a la reflexión filosófica”.
Por su parte, Catalina Lonac, presidenta de la Fundación para el Desarrollo de la USPT valoró la iniciativa de ambas universidades. “Estudiar la democracia desde la filosofía del derecho es fundamental; es la ciencia generadora de cuestionamientos disciplinarios”, planteó.
La primera exposición de la jornada la llevó adelante Manuel Atienza, de la Universidad de Alicante, España. El especialista en Derecho expuso sobre “Justicia genética y humanismo” en una interesante charla que desarrollaba el riesgo moral de la manipulación genética en la modernidad. El prestigioso académico español utilizó el caso de He Jiankui, un científico chino que creó a un par de gemelas modificadas genéticamente y fue condenado a tres años de prisión.
“Es un caso fácil; infringió normas morales y ontológicas claras y también normas de derecho internacional. El planteo es cómo marcamos el límite, eso no parece que sea tan claro”, dijo a la audiencia. Abordó, a lo largo de su exposición, el problema de fondo de esta cuestión, sosteniendo que existen dos posibles aproximaciones. “Una es la que trata de ver cómo regular exactamente; donde poner las líneas. La otra es más radical, más de fondo; que habla de que la posibilidad de manipular el genoma implica un riesgo de la moral moderna en el derecho”, planteó Atienza.
A partir de esto, el director en Derecho y profesor de diversas universidades españolas creó un “cuadro de la bioética” formado por principios primarios y secundarios, según ciertas preguntas. “¿Quién debe decidir? responde al principio de autonomía; ¿qué daño o beneficio se puede causar a alguien? al principio de dignidad; ¿cómo debe tratarse a un individuo en relación a los demás? habla del principio de igualdad; y por último ¿qué se debe decir y a quién? le corresponde al principio de información”, desarrolló Atienza.
Asimismo, subrayó que a partir de esa manera de entender a la bioética es que se puede comenzar a adoptar un punto de vista liberal, donde quede “justificada una manipulación genética con garantías que evite una enfermedad -sobre todo si es de cierta gravedad- incluso si eso supone actuar sobre células germinales”.
“También habría que admitir mejoras genéticas que eviten que un individuo se sitúe en cuanto a su inteligencia, sus condiciones emocionales o su aspecto físico por debajo de un cierto umbral de normalidad”, agregó el especialista.
Al finalizar la exposición, se generó un interesante debate entre los presentes. Tal como lo había resaltado Grunauer de Falú, al iniciar la jornada, el objetivo era “que con el intercambio de ideas salgan los nuevos aportes al pensamiento jurídico”.